El loto blanco es la flor que crece en el pantano,
un níveo restallido de luz
que surca la penumbra en que se enraiza.
El contraste cincelado canta, y la brizna,
hasta la más aislada y ceñida a lo obscuro
se enaltece y es hermosa.
El loto se cede en su corona y retribuye,
sin el pantano ¿qué sería de él?
La contemplación del momento presente
acaece con naturalidad.
Opalescente fulgor, lleva el bosquejo a un cuenco,
que abstrae con las espirales de su vapor
hacia la dimensión en que la hebra
subyuga al paladar,
y lo convierte en un nuevo destello,
en Loto Blanco.